Dejamos Vannes y regiones colindantes y continuamos nuestro gran viaje en autocaravana por Bretaña. Hasta ahora, nos sentimos entusiasmados con esta nueva forma de viajar que estamos experimentando.
Una cosa que nos llamó muchísimo la atención del mundillo autocaravanista es el buen rollo que hay con todo el mundo. A pesar de que cada vez hay más autocaravanas en España, aún no se ven demasiadas, pero al llegar a Francia nos impresionó la cantidad de ellas que hay por todas partes. En algunos sitios, son mayoría.
Hay áreas de autocaravanas en muchos puntos y todas casi llenas. Además, la simpatía de los autocaravanistas te sorprende: no te cruzas con ninguno que no te salude con la mano. Es un mundo en el que parecen una gran familia. Mucho corporativismo.
Francia también tienen su Finisterre.
Nuestro viaje llega al departamento de Finisterre. Sí, en Francia también tienen su Finisterre. Subiendo por la costa llegamos a Concarneau, donde se puede visitar una ciudad medieval totalmente encajonada entre murallas rodeada por el mar. Sus estrechas calles hacen que el instinto te inclinen a mirar hacia arriba por si alguien grita “¡agua va!”. Muy recomendables sus petit beurre, ¡una galletas de mantequilla exquisitas!. Los franceses tienen una relación muy cercana y deliciosa con la mantequilla.
Concarneau
Visitamos la capital de Finisterre, Quimper, una gran ciudad con innumerables puentes floreados, las típicas casas de entramado que abundan en esta región, jardines medievales, una catedral gótica imponente y un precioso antiguo mercado con productos frescos. Ahora podemos confirmar que no conocíamos el sabor de las auténticas fresas hasta que no probamos las fresas silvestres que comimos allí. Increíbles.
A las doce del mediodía empezó a sonar, a gran volumen y en toda la ciudad, una alarma antiaérea. No sabemos si es una práctica que llevan a cabo todos los días rememorando algún acontecimiento. Creemos que puede tener relación con la II Guerra Mundial o si fue algo concreto que coincidió con nuestra visita, pero ese sonido realmente nos puso los pelos de punta. Estremece el escucharla aún sabiendo que no es un aviso real.
Quimper. Fuente: Wikipedia
De Quimper partimos a Locronan, un pueblecito medieval totalmente construido con casas de granito y tejados de pizarra.
Antiguamente, cultivaban cáñamo y lino de gran calidad con las que hacían las velas para navíos más finas y resistentes. Curiosamente, su mejor cliente era la Armada Española y el negocio comenzó a vivir su declive tras la derrota de ésta en la Batalla de Trafalgar.
Locronan
El pueblo, peatonal y libre de coches, está tan bien cuidado y limpio que realmente tienes la sensación de estar en el decorado de una película de caballeros medievales. Y no es de extrañar porque realmente ese pueblo ha servido de escenario de multitud de películas, como es el caso de “Tess” de Roman Polanski.
Locronan
Lo más importante de Locronan, algo que nadie que visite este lugar puede marcharse sin probar, es la “pâtisserie Le Guillou”. Esto es un aviso para vosotros, navegantes, jamás os vayáis de Locronan sin entrar en ella. Es un parque de atracciones para el paladar. Grabaos a fuego este nombre, no lo paséis por alto nunca. Olvidaos, eso sí, de dietas y remordimientos por unos minutos, horas, días, y disfrutad de algo glorioso.
Irse de Locronan sin probar el Kouign Amann, sería como marcharse de París sin subir a la Torre Eiffel, imperdonable. Todo lo que hacen ahí dentro es un revolcón para los sentidos; de la vista primero, seguido del olfato y por último el gusto. Jamás olvidaré la primera vez que probé un bocado de aquel pastel, con un aspecto increíblemente delicioso que aún así no hace honor a su apabullante sabor. Es la versión sólida de la “poción mágica” de Axtérix, una orgía de mantequilla, harina y azúcar que no pasa por el estómago, sino que va directo a los michelines, pero ¡qué demonios! eso no lo vas a poder probar en ningún otro sitio salvo en Bretaña.
Lo peor que tiene el Kouign Amann es, que como el pan, se pone duro de un día para otro y no puedes llevarte a casa una buena remesa para “hartarte”.
El delicioso Kouig Amann
Sobra decir que nada más bajarme de la autocaravana, ya en casa de regreso, busqué como loco la receta por internet y me puse a cocinarlo con un resultado desastroso en cuanto al aspecto pero que tenía un razonable parecido en el gusto.
Y con este gran sabor de boca, afrontamos la parte final de nuestro viaje. Pero ya vendrán más tarde lamentos, cuando tengamos que abandonar la autocaravana, nuestro “hogar”, dejar de viajar por un tiempo y volver al trabajo, de momento bastante tenemos con preocuparnos del “duro” oficio de disfrutar.